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Convención Nacional de la Oposición

Personajes

Convención Nacional de la Oposición
13 de febrero de 1947

Desde enero de 1946 se entablaron negociaciones entre los partidos de oposición para tener un candidato único. Las negociaciones continuaron hasta enero de 1947. A efecto de lograr ese candidato presidencial para oponerse al doctor Calderón Guardia, se nombró una comisión encargada de organizar una gran convención nacional oposicionista, donde se le eligiría. Esta comisión fue integrada por las siguientes personas: ingeniero Alfredo Volio, licenciado Mario Echandi, don Ricardo Castro Beeche, doctor Marcial Rodríguez Conejo, profesor Carlos Monge Alfaro, don Roberto Salazar, don Fernando Valverde Vega y don Eloy Morua Carrillo.

La comisión decidió que el 13 de febrero de 1947, en el tercer aniversario del fraudulento triunfo de Teodoro Picado, se celebraría en el Estadio Nacional y con la presencia de todos los sectores opocisionistas, la Convención Nacional de la Oposición.

Ese día había representantes de los Partidos Demócrata con Fernando Castro Cervantes de candidato, los «cortesistas» con José Figueres Ferrer, el Unión Nacional con Otilio Ulate y el Social Demócrata, que no presentó candidato, pero apoyaba a Figueres. Como son varios los precandidatos, se requieren tres votaciones para elegir al candidato. En la primera votación, los votos se distribuyen así: Ulate 780 votos, Castro Cervantes 690 y Figueres 419. En la segunda, Ulate alcanza 976 votos, Castro Cervantes 768 y Figueres 349. En la tercera y última elección, Ulate consolida su ventaja y obtiene 1.193 votos y Castro Cervantes, 812. Figueres inclina la votación a favor de Ulate y da instrucciones a sus partidarios para que así lo hagan, a fin de impedir que el candidato sea Castro Cervantes, uno de los hombres más ricos del país y representante de las fuerzas más conservadoras del capitalismo nacional.

El candidato electo en la Convención Nacional fue don Otilio Ulate Blanco del partido Unión Nacional, al recibir el apoyo de los «cortesistas» y Social Demócratas.

Al mediodía, al aceptar la candidatura presidencial de la oposición nacional, Otilio Ulate pronunció el siguiente discurso:

Costarricenses:

Por afortunada iniciativa del señor ingeniero Don Alfredo Volio Mata, a quien el país va a deberle una gratitud de las que no se extinguen, entramos a un nuevo y claro periodo de la historia y en una gran empresa de restauración moral.

Esta sí que es deveras una nueva independencia. De ahora en adelante y por la fuerza del hecho que hoy se ha cumplido, ninguna colectividad política, ningún grupo de ciudadanos interesados en los destinos públicos podrá intentar la solución de los problemas políticos por una vía distinta que la de la voluntad popular libremente expresada en asambleas como esta a que hemos asistido. Aquí se acaba la componenda política. Aquí encontraron su fin los vicios y las corruptelas de campañas precedentes. Lo que no habíamos logrado conseguir con la prédica y con la exposición de las ideas, nos lo ha impuesto, inexorablemente, la angustíosa situación de la república. Esto ha sido claro y contundente. En el futuro los jefes de partidos no podrán salir sino de grandes asambleas y los que aspiran a conductores de multitudes no podrán derivar su poder sino de esas mismas multitudes.

El espléndido acto cívico de hoy vale por toda la campaña que emprenderemos y por todos los sacrificios a que tengamos que someternos. Ha sido hermoso y conmovedor que todos los sectores oposicionistas, en un debate honesto y limpio, sosteniendo cada uno de ellos un nombre y una idea, se hayan reunido para decidir la suerte de la república y que, hecha la designación, no haya quedado un resquemor ni un despecho en el ánimo de nadie y que todas las voluntades se junten, estrechamente, según lo estoy observando en esta manifestación que se me tributa y que bien sé que no viene personalmente dirigida a mi sino que es el tributo a lo que, desde ahora represento, por el imperativo de la voluntad de la mayona del pueblo costarricense.

Vamos a entrar en una campaña en la cual sólo tenemos dos caminos abiertos: por el uno o por el otro, la oposición, que representa el mayor número, tiene que alcanzar el poder y yo afirmo que va a alcanzarlo. En esa campaña no aspiro a ser el que dirige o manda a pesar de los poderes que ahora recibo, sino que me bastará para la paz de mi conciencia y para el remate de mi oscura vida pública, con ser, pura y simplemente, el conductor de la bandera.

Llevar hasta el final esta bandera y conservarla limpia y no tener debilidades para alzarla ni trepidaciones en el ánimo para sentirme digno de ella, es lo que yo ofrezco a mis conciudadanos. Para dirigir, para fijar las normas a que debo ajustar mi trabajo, invito desde aquí, respetuosa y cordialmente, a don Fernando Castro Cervantes, a don José Figueres y al ingeniero Alfredo Volio Mata para que, en asocio de los demás dirigentes de los grupos oposicionistas, me señalen la ruta. A mis amigos, que han llevado tan corajudamente mi nombre a esta victoria, porque sé lo bien que me quieren, les impongo desde ahora la obligación de dejar los puestos de dirección a quienes, con títulos bastantes, vienen de los otros campos oposicionistas, para que todos sintamos la sensación de confianza que debemos inspirarnos los unos a los otros y que ellos, mis amigos, dejen los honores y asuman las responsabilidades. A los débiles, a los vacilantes, les pido que se aparten de una vez, porque las horas que está viviendo el país, exigen una vigilancia constante, una voluntad decidida y una entereza a toda prueba, sin que sepamos todavía hasta dónde haya de conducirnos la lucha que emprendemos.

La oposición ha venido dando, a lo largo de un proceso angustioso y lento, abundantes pruebas de que quiere la paz. Pero en nombre de esta paz le han venido sacrificándo y sacrificando a la república y hundiendo sus instituciones.

Nos hablan mucho de la ley y se imaginan que con emitir textos legales y amparar con ellos después las arbitrariedades y aun las violencias, ya han salvado la ficción democrática que pretenden que vivamos. Nosotros sentimos el respeto de la ley, pero si los otros saltan por encima de ella, ¿podemos, decorosamente, seguir nosotros acatándola? La ley debe ser para todos y no como un privilegio de los menos. La ley la dicta, o la debe dictar, la voluntad de los pueblos y si a los pueblos se les priva de cualquiera de sus libertades o de sus derechos esenciales -como ocurre entre nosotros con el sufragio- pues que los pueblos rompan los textos legales y salven la libertad y las instituciones.

Nuestro partido tiene un programa. Los demás partidos de oposición o tienen el suyo escrito o lo han hecho conocer en exposiciones de sus jefes. Hacer un conjunto de las ideas fundamentales de cada uno de ellos y presentarlo a la consideración pública es una de las tareas que nos incumbe realizar inmediatamente y que yo espero que la oposición unificada la realice por el conducto de sus declaraciones autorizadas. Por lo que a nosotros respecta, declaro que no pedimos sino la incorporación en el programa de aquellas ideas con que venimos encariñados y que afortunadamente coinciden en gran parte con las que han expuesto los demás partidos de oposición.

Pero la ejecución del programa estará sujeta a la lucha que debemos dar en donde las circunstancias lo impongan. A esta lucha convoco yo a los costarricenses con todas las fuerzas de mi espíritu y a mi propia conciencia le pido todo el caudal de fortaleza moral que me es indispensable para cumplir, sencilla pero dignamente, el cometido histórico que me ha sido impuesto.

A cuantos votaron por mi, les doy las gracias más emocionadas y cordiales y a los que no lo hicieron, también mis agradecimientos porque ellos han sido buenos ciudadanos que contribuyeron, conforme al imperativo de su propio criterio, cualquiera que este fuese, a la realización de uno de los actos cívicos de más perdurable recuerdo en la historia de Costa Rica.

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