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VIII: Guerra Civil de 1948

Don Pepe

VIII: Guerra Civil de 1948

Por Juan Rafael Muñoz Fonseca
Tomado del libro «Liberia, mi homenaje a sus pobladores, a mi gente«

«Nadie podrá desconocer, a través de aciertos y de errores, la tremenda y decisiva significación de la década de los 40 para la historia del país, el fundamento de esa efervescencia es la obra de Calderón Guardia, su gobierno fue definitivamente fecundo: La fundación de la Universidad, el Código de Trabajo, el Seguro Social, el arreglo de los límites con la República de Panamá, etc. son factores de una real revolución, la única revolución verdadera que ha movido la entraña de Costa Rica. A esto sucede el intervalo de la administración en el cual se consolidaron importantes conquistas del período anterior» Teodoro Olarte.

Es importante la narración de esta guerra por haber sido un movimiento de corte internacionalista, en el cual, por su ubicación geográfica como tierra fronteriza, otra vez Liberia tuvo que verse envuelta en un conflicto militar.

En los eventos armados participaron efectivos guanacastecos jefeados por don Adán Guevara Centeno.

Además, esta guerra marca un momento histórico de cambio, que no se puede dejar pasar desapercibido, lo mismo que su análisis deja traslucir los nexos y confrontaciones existentes entre los políticos a nivel regional.

El Pacto del Caribe

Para tratar este tema tenemos que remontarnos al año 1942, cuando don José Figueres Ferrer, después de pronunciar un violento discurso en contra del gobierno de Calderón Guardia fue expulsado del país y el camino del destierro lo llevó finalmente a la ciudad de México. Este hecho es importante, ya que el propio Figueres ha reconocido que la gestación de su movimiento duró seis años, durante los cuales se prepararon los planes y elementos bélicos.

En México, Figueres se encontró el nicaragüense Dr. Rosendo Argüello hijo, quien pretendía llevar a cabo una «revolución» en su país. Su deseo era derrocar al régimen dictatorial que en Nicaragua se había instaurado hacía ya algún tiempo.

En el fondo del pensamiento de Figueres, se fraguaba una actitud de desquite por el vejamen que sufrió. Dice también el Dr. Argüello, que en una reunión sostenida entre él y Figueres, en el mes de junio de 1943 en México, surgió la idea de elaborar los planes necesarios para lograr una «democratización» de los países del Caribe. Por esto sugirió a Figueres que se agruparan alrededor de la Unión Democrática Centroamericana, donde actuaban personalidades como el Prof. Vicente Sáenz y el Dr. Pedro Zepeda, entre otros. Pero esta organización fue considerada demasiado idealista, porque no ofrecía soluciones prácticas a los problemas de Centro América.

Acordaron reunirse posteriormente y buscar colaboración de centroamericanos que estuviesen de acuerdo en llevar acabo una acción efectiva. Así, después de varias reuniones en que participaron otras personas, se llegó a la conclusión de que la única forma de llevar a cabo la «liberación» de Centro América, era por la vía armada. Que el mejor lugar para iniciarla era Costa Rica, por ser el país más débil en el aspecto militar. También porque era donde la oposición se podía manifestar más libremente y conspirar en igual forma. Esto es una verdad evidente, ya que durante la administración Calderón Guardia, y sobre todo durante la administración de don Teodoro Picado, la oposición pudo manifestar su opinión casi libremente. Decimos casi, porque también es cierto, que en algunas ocasiones esa libertad fue reprimida.

Figueres propuso al Dr. Argüello que consiguiera militares veteranos nicaragüenses para dirigir la lucha en Costa Rica, y que él, Figueres, se encargaría de conseguir el dinero entre el capitalismo costarricense, ya que éste estaba disgustado con Calderón por las leyes sociales. Hizo la advertencia de que si la «revolución» llegaba a triunfar, estas reformas sociales serían impulsadas aún más.

La ayuda económica ofrecida por el señor Figueres, no llegó con la prontitud que se esperaba. Por esta razón el Dr. Argüello decidió enviar una carta a don León Cortés, por intermedio del Lic. Fernando Lara, pidiéndole su ayuda para el movimiento. Consideraba que era el único que podía lograr el desembolso del dinero necesario por parte del sector capitalista. La contestación a esta carta, fue la sugerencia de un viaje a Costa Rica para tratar ese asunto personalmente. A este viaje se opuso Figueres, pues consideraba peligroso el reingreso de Argüello al país. Por más de un año las conversaciones se fueron prolongando en trazar planes sin ninguna plasmación efectiva. Durante este tiempo, llegó al poder don Teodoro Picado. Debido a lo expuesto anteriormente, convencido de que desde lejos no se podía lograr algo concreto, decidieron tanto Figueres como Argüello, regresar a Costa Rica. Ya en el país, trataron de adquirir algunas armas para iniciar el movimiento pero éstas eran escasas y de mala calidad. Por otra parte, Argüello se entrevistó con don León Cortés en Los Cartagos, para que brindara su apoyo al movimiento. El señor Cortés se negó a participar en aquella idea, ya que ponía en duda su éxito. Consideraba a sus organizadores unos «cabezas calientes», improvisados e inexpertos.

En 1945 Argüello se trasladó a México, con el fin de conseguir las armas necesarias, y llevar a la práctica los planes elaborados en años anteriores. También llevaba como propósito, buscar la financiación del movimiento entre algunos nicaragüenses adinerados que residían en aquella ciudad, tales como el General Carlos Pasos y el General Chamorro, a quienes se les hizo ver que para lograr el triunfo en Nicaragua, antes era necesario haber triunfado en Costa Rica, por la urgencia de una base cercana. Además Figueres les ofrecía su ayuda, caso de triunfar en nuestro país. Al llegar Argüello a México, entregó al General Pasos la suma de doce mil dólares, que debería duplicarse con el dinero que aportarían los nicaragüenses. La mayor parte de ese capital, fue proporcionado por el General Pasos antes mencionado para la compra de armas

Las compras se hicieron en secreto en todo México. Muchas armas estaban defectuosas, por lo que fue necesario montar un tallercito para repararlas y conseguir un campo a ochenta kilómetros de la capital, para hacer las pruebas. Todos estos movimientos eran muy peligrosos.

Ya con las armas listas, según, Figueres no decidía su traslado a Costa Rica. El Dr. Argüello, decidió regresar a Nicaragua a participar, con el General Pasos, en las justas cívicas que se avecinaban. En Nicaragua se entrevistaron nuevamente con Figueres y se dispuso el regreso de Argüello a México. Éste al pasar por Guatemala, se entrevisto con el Prof. Edelberto Torres, uno de los personajes más importantes en la política centroamericana por aquellos días, con el fin de pedirle su ayuda para la causa revolucionaria que se estaba fraguando. Torres antes de decidir su apoyo, pidió al Dr. Argüello conocer personalmente a Figueres, lo que obtuvo poco después. En esa entrevista, según lo narra el Dr. Rosendo Argüello, Figueres le hizo ver al Prof. Torres su idea de lanzarse contra el resto de Centro América apenas obtuviera el triunfo en Costa Rica. Después de estas conversaciones, Torres y Argüello salieron rumbo a México con el fin de incrementar el arsenal que ya poseían, cosa que lograron gracias a un préstamo que con carácter personal y no con fines revolucionarios les hiciera el norteamericano Mr. Walter Lotz. Además con otras aportaciones, lograron reunir la suma de treinta y cinco mil dólares.

Después de año y medio de preparativos, desde la entrevista de Torres y Figueres, se dispuso la salida de las armas hacia Costa Rica.

El plan para sacar aquellas armas fue el siguiente: serían trasladadas a otro estado de la república mexicana en un camión tanque que llevaría tres cuartas partes de armas y una cuarta parte de aceite, divididos por una pared de madera. La meta sería un campo de aterrizaje secreto, donde las armas serían cargadas en un avión que las transportaría a Costa Rica, donde entrarían por la zona de San Isidro de General. Pero la noche anterior al inicio de ese plan, fueron apresados el señor Argüello y su esposa, el Prof. Edelberto Torres y otros nicaragüenses, siendo expulsados de México poco después. Así fracasaron los esfuerzos de varios años.

Estando en Guatemala, país que acogió a aquella gente con ideas de lucha armada, se enteraron de que en la República Dominicana había fracasado un golpe de estado contra el dictador Rafael Leonidas Trujillo y que ese gobierno había decomisado una gran cantidad de armas del fracasado movimiento. Ante esta noticia, Figueres fue llamado desde Guatemala con el fin de gestionar la adquisición de esas armas. Para lograr ese objetivo, pidieron al presidente de la nación antes mencionada, Juan José Arévalo, una carta dirigida al dictador Trujillo, en que se le explicaba que esas armas decomisadas por él, eran de imprescindible necesidad en Guatemala, para defenderse de una sublevación que se estaba fraguando en contra del gobierno constituido.

Con esta carta se logró que las armas fueran entregadas a aquel grupo revoltoso y que además, su antiguo dueño, el dominicano Juan Rodríguez renunciara al derecho que sobre ellas tenía si luego era ayudado a realizar la revolución en su país.

Al llegar estas armas a Guatemala, se formaron alrededor de ellas varios grupos. Uno deseaba que fueran cedidas al General Chamorro para invadir Nicaragua. Este grupo era dirigido por el nicaragüense Toribio Tijerino. Otros anhelaban esas armas para los hondureños. Mientras que el grupo de Argüello quería que la sublevación comenzara por Costa Rica y finalmente las armas se le cedieron a Figueres. Esto motivó que el millonario Juan Rodríguez se trasladara a Guatemala para servir de árbitro en el asunto y que además renunciara definitivamente a su derecho sobre las armas.

Por estas luchas que aparecieron entre los distintos grupos, el presidente Juan José Arévalo, que estaba dispuesto a darle apoyo a Figueres, debido en parte a la petición que le hiciera su amigo personal el Prof. Roberto Brenes Mesén, decidió comunicarles que si no llegaban a una unión, él de inmediato les negaría el apoyo que hasta ese momento les había brindado. Los «revolucionarios» deciden llamar al señor Rosendo Argüello padre, para que tratara de conciliar a los grupos en disputa.

Así en diciembre de 1947 se firmó el Pacto del Caribe, firmado también por el señor Figueres, pues se establecía que la lucha que uniría a Centro América, empezaría en Costa Rica. Por considerarlo de sumo interés, lo transcribimos a continuación:

PACTO DE ALIANZA: Entre los grupos representativos de la política dominicana, nicaragüense y costarricense, para derribar las dictaduras imperantes en sus patrias y restablecer en ellas la Libertad y la Democracia.

«Nosotros, Juan Rodríguez García, por el pueblo de Santo Domingo; Emiliano Chamorro, Pedro José Zepeda y Rosendo Argüello por el de Nicaragua y José Figueres por el de Costa Rica, como intérpretes de sus ideales de libertad y conscientes del deber en que se halla todo ciudadano de luchar por el abatimiento de cualquier régimen cesarista y porque sea implantado el orden constitucional para que brillen en sus patrias la justicia y la democracia como medio de conseguir la tranquilidad y la felicidad de los asociados, hemos concertado una mutua alianza con el fin de asegurar el éxito de las empresas redentoras por iniciar en Nicaragua, Costa Rica y Santo Domingo, sujeta a los términos siguientes:»

1) Desde hoy formamos un sólo equipo revolucionario con todos los recursos económicos, bélicos y humanos de que seamos capaces de disponer en orden a dar unidad de acción y eficiencia a nuestros esfuerzos patrióticos. Es entendido que, al ir barriendo cada una de las tres dictaduras que nos proponemos combatir, los recursos del país liberado, hasta donde sea humanamente posible, acrecentarán el acervo común, para continuar la obra con mayores probabilidades de éxito.

2) Al efecto convenimos en organizar un «COMITÉ SUPREMO REVOLUCIONARIO», que residirá fuera de los países por liberar y que queda integrado así: Por la República Dominicana, el General Juan Rodríguez García y José Horacio Rodríguez Vázquez; por la República de Nicaragua, el Dr. Rosendo Argüello y don Toribio Tijerino y por la República de Costa Rica, don José Figueres y el Dr. Rosendo Argüello hijo.

3) Las atribuciones de este Comité serán las de coordinar los diversos sectores de la lucha; fijar las contribuciones de cada país, en proporción de sus posibilidades, dirigir la política común de los sectores aliados, propendiendo a mantener la armonía entre todos, como clave del triunfo y ejercer las demás funciones que determine un REGLAMENTO INTERIOR de su propia elaboración. Será presidente nato de este comité el señor General Juan Rodríguez García, en atención a sus relevantes méritos personales, especialmente, por su noble desprendimiento y espíritu de sacrificio y servirá, además, al cargo de Comandante en Jefe de los Ejércitos aliados, y en concepto de tal nombrará un Estado Mayor de técnicos con el cual debe asesorarse el Comité en asuntos militares.

4) Para la ejecución de este plan en cada país se organizará una Junta de Gobierno, que, en lo esencialmente interno procederá con autonomía completa; pero en cuanto a las determinaciones generales, obrará de acuerdo con las instrucciones del Comité Supremo, cuyas funciones se extenderán hasta la eliminación de las dictaduras nominadas.

5) Las condiciones a las cuales ha de someterse la organización y atribuciones de cada Junta serán fijadas por el respectivo grupo nacional, teniendo como punto esencial el de garantizar el advenimiento y desarrollo de un régimen genuinamente democrático.

6) Es convenido que en cuanto a Nicaragua, ninguno de los miembros de la Junta de Gobierno, podrá ser candidato a la Presidencia de la República, en la próxima elección.

7) Los firmantes declaramos; que es una necesidad continental la inmediata reconstrucción de la República de Centroamérica, y por consiguiente, el organizar el gobierno en cada país liberado; se consignará este principio en la nueva constitución e inmediatamente se procederá a dar los pasos necesarios para la consecución de la misma, usando todos los medios de que el estado disponga.

8) Los Estados y Repúblicas liberados por el Comité Supremo Revolucionario se comprometen a pactar una alianza democrática del Caribe, a la cual podrán ingresar los países democráticos ribereños de este mar, y además el Salvador y el Ecuador por motivos peculiares.

9) La Alianza Democrática del Caribe, constituirá un bloque indivisible frente a todas las emergencias internacionales y serán sus ambiciones capitales: consolidar y depurar la vida democrática en los pueblos de la alianza; exigir el respeto internacional para cada uno de sus componentes; recuperar las posesiones europeas que perduran en el Caribe, propender a la formación de una nueva República integrada por las Antillas menores. constituir una sola unidad de mutua defensa económica, militar y política; exigir la alternabilidad en el poder en cada uno de los países contratantes; mantener las mejores relaciones con las naciones del continente, cumpliendo estrictamente la Convenciones Internacionales, y, particularmente, declararse permanentes, en el campo militar, de los Estados Unidos y México para la defensa común.

10) Los firmantes juramos, además, lealtad absoluta, disciplina absoluta y el mayor sigilo con anterioridad a la primera acción de armas y con respecto a los planes subsiguientes. Esto mismo exigiremos a cada uno de los nuevos asociados a la causa revolucionaria democrática.

11) Cualquier diferencia a la interpretación o aplicación del presente pacto la someteremos a la decisión irrevocable del señor Presidente don Juan José Arévalo en cuya capacidad, honestidad e imparcialidad tenemos plena confianza y cuyo fallo acataremos teniendo la fundada esperanza de que él no se negará a prestarnos el inapreciable servicio de ser nuestro árbitro y amigable componedor.

12) Podrán adherirse a este Pacto en adelante los grupos unificados que representen a pueblos oprimidos del Caribe, para buscar con la colaboración de todos los liberales, el camino de su redención.

En fe de lo cual, firmamos seis ejemplares de un mismo tenor en la ciudad de Guatemala, a los diez y seis día de diciembre de mil novecientos cuarenta y siete, debiendo depositar uno de ellos en manos del señor Presidente para la información y ejercicio del cargo de árbitro, en su caso que le confiamos en este documento».

Juan Rodríguez. E. Chamorro. Gustavo Manzanares

P. J. Zepeda Rosendo Argüello José Figueres

Al acercarse las elecciones de 1948, el ambiente político del país había llegado a niveles peligrosos de anarquía y descontrol. De la agresión verbal y epistolar, se paso fácilmente a la agresión física, donde intervenían individuos y grupos de ambos bandos. De uno de esos enfrentamientos, ocurrido en Cartago, va a brotar la chispa de lo que se llamo la «huelga de brazos caídos», iniciada el 22 de julio de 1947.

Efectivamente la juventud de la Partido Social Demócrata, guiada por lideres como José Figueres, organizaron los llamados grupos de resistencia, que se enfrentaron a las brigadas de choque de los comunistas, dando lugar a verdaderas escaramuzas urbanas, donde los insultos, las patadas, los golpes de cachiporra y el uso de armas menudeaban casi todos los días poniendo mas y mas leña a la ya humeante caldera política. Esta huelga, puede catalogarse como un paro patronal fraguado para desestabilizar a l gobierno y oponerse a las leyes de protección social.

Luego de doce días de disturbios, saqueos y enfrentamientos don Teodoro Picado se vio en la necesidad de buscar un arreglo con los dirigentes del movimiento, entre los que sobresalía la figura de don Otilio Ulate, quien había sido gran impulsor de la huelga.

El convenio, firmado el 3 de agosto, por el gobierno, la oposición y representantes del partido oficial, detalla nueve acuerdos pero existen dos puntos que serán el antecedente inmediato del conflicto armado: el aparato electoral; quedaba bajo la tutela de la oposición y todas las partes se comprometían a respetar los resultados de la cercana elección presidencial. Asi, por buscar un arreglo a un conflicto de intereses, se planteaban las condiciones para un enfrentamiento aun mas serio y que dejaría una profunda herida en la ciudadanía costarricense.

Las elecciones presidenciales de 1948

De la historia electoral de Costa Rica la elección de 1948 es quizás la más confusa y violenta. Al llegar el 8 de febrero de ese año, ya se habían establecido casi todas las condiciones adversas para que este proceso tuviese cualquier pronóstico, menos el de la normalidad. Frente a frente don Otilio Ulate y el Dr. Calderón Guardia, el primero con numerosos adeptos y cuantiosos recursos económicos y el segundo con el fervor de su considerable partido, secundado por Vanguardia Popular y el favor oficial llegaron a los mayores extremos durante la campaña electoral. La agresividad verbal de los contendientes, junto con la actitud generalizada de intolerancia, fanatismo y belicosidad política, tenían caldeado el ambiente.

Verificadas las elecciones, con la evidente superioridad del Partido Unión Nacional, el presidente Picado dio por bueno el triunfo y al día siguiente reunió el gabinete para otorgar garantías al señor Ulate

Desdichadamente el Secretario de Seguridad se negó a cumplir el acuerdo que ponía la fuerza pública en manos del candidato triunfante por cuanto había sido tomado sin la participación del Congreso, a quien le correspondía conocer en ultima instancia del proceso electoral para hacer la declaratoria de presidente de la República; y para robustecer su actitud se hizo fuerte en el Cuartel de Artillería mientras no hubiese resolución legislativa al respecto.

El Tribunal electoral se apresuro a declarar electo provisionalmente as don Otilio Ulate con base en los escrutinios de las papeletas de votación completadas con informes telegráficos de las juntas receptoras , lo que dio lugar a que en el Congreso, en donde prevalecía una mayoría del Dr. Calderón Guardia, se considerara ilegal tal procedimiento y acordara anular la votación verificada para Presidente de la República, por considerar que el registro electoral había alterado sustancialmente el ,padrón, viciando el resultado de la votación popular.

La sanción del acuerdo legislativo, en mala hora aceptado por el presidente Picado, desato la reacción del partido victorioso con vehementes protestas duramente reprimidas por la fuerza publica. El doctor Carlos Luis Valverde pagó con su vida el asilo brindado al candidato Ulate y este fue arrestado por unas horas en la Penitenciaria, recobrando su libertad por la oportuna mediación del Arzobispo y del Embajador americano.

Mientras, en la hacienda La Lucha, al sur de la capital, se concentraban jóvenes armados al mando de don José Figueres. El gobierno informado de esas actividades ordenó un reconocimiento de la región, pereciendo en una emboscada el coronel Pacheco con dos compañeros más.

Iniciadas las hostilidades, los triunfos comenzaron a ser para Figueres; el gobierno se limita a elogiar a los jefes de su tropa por la prensa y radioemisoras, olvidando que así con la boca, no se ganan las guerras. Los rebeldes ocuparon San Isidro de El General con la cooperación del personal y equipo motorizado de los trabajos de la Carretera Interamericana, en donde se fortificaron con armas y pertrechos suplidos por el Comandante en jefe del Ejército de Guatemala, enviados por la vía aérea. Recuperada la población por las fuerzas del gobierno, volvió a poco a manos de los primeros después de sangrienta lucha. Se realizaron encuentros en La Sierra, El Empalme, La Lucha y San Cristóbal, con numerosas bajas por ambas partes, pero sin resultados decisivos. La duración de las operaciones militares imponía a los rebeldes abrir un nuevo frente de combate con acceso a las comunicaciones marítimas y a los dineros fiscales y bancarios, para fortalecerse en hombres y elementos de guerra, resolviendo tomar a puerto Limón con tropas transportadas por avión, maniobra que se realizó con éxito. Las fuerzas del gobierno enviadas a recuperar la plaza fueron rechazadas y dispersadas.

Comprendiendo los rebeldes que a la larga serían batidos por carencia de recursos, dispusieron salir a la llanura del Guarco para atacar Cartago. Avanzaron protegidos por la selva, bajaron al valle sorprendiendo los destacamentos del gobierno y alcanzaron la población el 12 de abril, poniendo sitio al cuartel y otros edificios ocupados por el enemigo al amanecer del 13.

Tardíamente descendieron de La Sierra las tropas que combatían a los facciosos, ahora a sus espaldas, y luego de obtener un triunfo sobre estos en San Isidro del Guarco, fueron derrotados en El Tejar con sensibles pérdidas. Rendido el cuartel después de valerosa resistencia, por orden expresa del presidente Picado para evitar mayor derramamiento de sangre, los revolucionarios quedaron victoriosos y se organizaron para emprender el ataque a la capital.

Se disponía el Gobierno a resistir en San José, cuando fue informado que en la Zona del Canal de Panamá, se aprestaba una fuerza del ejército norteamericano con carácter de policía, a ser transportada al aeropuerto La Sabana para ponerle fin a las hostilidades, ya que se tildaba de comunista al numeroso grupo de combatientes militantes del partido Vanguardia Popular, y se temían los excesos que pudieran cometer en la ciudad en donde las cárceles estaban atestadas de presos políticos. Ante tan afrentosa amenaza extranjera, el presidente Picado aceptó suscribir un pacto con los rebeldes para entregar el poder al tercer designado Ing. Santos León Herrera, sin interrumpir el orden constitucional, a cambio de que se otorgaran amplias garantías para él, los combatientes y los funcionarios del gobierno saliente. Con el respaldo de cinco jefes de misión que actuaban en nombre del cuerpo diplomático, el Lic. Picado firmó el pacto en la Embajada de Méjico el 19 de abril partiendo para Nicaragua en donde ya estaba el Dr. Calderón Guardia.

El Designado en ejercicio de la presidencia, profesional de estima por sus dotes personales y antecedentes políticos, gobernó durante tres semanas con gran ecuanimidad refrenando los excesos de un partido triunfante que recurrió a las armas para hacer valer sus derechos electorales conculcados por el oficialismo.

La contrarrevolución

A principios de diciembre de 1948, el expresidente Calderón Guardia, quien se hallaba en Nicaragua desde abril, se dispuso a ejecutar un plan para tomar el poder en Costa Rica por la fuerza de las armas. Contaba con recursos económicos y humanos y disponía de armamento, y creía tener el apoyo incondicional del General Anastasio Somoza G. Ministro de Guerra y jefe de la Guardia Nacional de Nicaragua, que le había permitido organizar sus fuerzas en ese país y emprender su expedición a Costa Rica. Sin embargo, aparentemente a Somoza lo que le interesaba en realidad era terminar con la amenaza que representaban para él los emigrados políticos nicaragüenses residentes en territorio costarricense, encabezados por don Rosendo Argüello, Los Estados Unidos también conocían los planes de los calderonistas, pero no avisaron al Gobierno de la Junta de la inminencia de la invasión sino hasta el 1º de diciembre de 1948.

Según expresa Jacobo Schifter en su obra Las alianzas conflictivas.

«Somoza ayudó posiblemente, a planear la invasión con el fin de lograr ya sea que el Tratado de Río se empleara para garantizarle la neutralización de las huestes de Argüello por medio del establecimiento de una fuerza internacional en sus fronteras, o que los Estados Unidos mediaran esta vez en sus disputas con Figueres. El General, por consiguiente, no estaba interesado en el triunfo calderonista per se, que posiblemente lo hubiera perjudicado frente a los Estados Unidos. Esto lo corroboraría tanto Somoza como la delegación de la O.E.A.. El 12 de diciembre de 1948, el General le informó al Embajador de los Estados Unidos en su país que «la situación (su invasión a Costa Rica) se desarrollará hasta el punto en que los Estadios Unidos tengan que ejercer presión a ambas naciones para terminar con el conflicto. La Comisión Investigadora de la O.E.A. por su parte, probaría como Somoza traicionaría a los revolucionarios, cortándoles su ayuda, una vez cruzada la frontera… Somoza, pues, había planeado él mismo la treta o bien había participado en conjunto con los Estados Unidos para terminar de una vez por todas, con los movimientos revolucionarios en Centro América.»

En opinión de Schifter, la estrategia de Somoza no sólo debió de contar con el apoyo o el conocimiento de los Estados Unidos y de Nicaragua, sino que quizá también con el del Gobierno de Costa Rica, dado que éste no denunció internacionalmente los planes de Calderón Guardia en la primera semana de diciembre de 1948, aunque sí ratificó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca. La segura intervención de la OEA podría servir de argumento a Figueres para liberarse de sus compromisos con el Presidente Guatemalteco Arévalo, la Legión Caribe y los exiliados nicaragüenses dirigidos por don Rosendo Argüello.

En la noche del 10 de diciembre de 1948, Calderón Guardia entró a territorio costarricense con un grupo de partidarios armados y dirigió una proclama a los costarricenses, en la que anunciaba su propósito de derrocar a la Junta Fundadora y convocar a una asamblea constituyente. El grupo calderonista se apoderó de la población de La Cruz, cercana a la frontera, pero su esperanza de que se produjeran levantamientos en el interior del país no se materializó.

La Junta Fundadora tomó una serie de medidas destinadas a hacer frente a la emergencia bélica y declaró al Doctor Calderón Guardia traidor a la patria. El Presidente Figueres y don Otilio Ulate se reunieron con el Embajador americano Davis, para preguntarle si los Estados Unidos permitirían a Costa Rica adquirir armamento en caso de que la invasión avanzase. El diplomático prometió el suministro de 200 rifles, 200 ametralladoras y el armamento para un avión P038 poco después el Gobierno de Costa Rica compró en los Estados Unidos tres aviones y un significativo número de armas y municiones.

El 11 de diciembre, el gobierno de Costa Rica pidió la convocatoria inmediata del Consejo de la Organización de los Estados Americanos, debido a la violación que lo ocurrido representaba para la convención de la Habana de 1928 sobre deberes y derechos de los Estados en caso de luchas civiles y el tratado de asistencia recíproca de Río de Janeiro de 1947. Al día siguiente se reunió el Consejo, que después de escuchar a los representantes de Costa Rica don Mario A. Esquivel y de Nicaragua don Guillermo Sevilla Sacasa, acordó estudiar urgentemente el problema. El 14 de diciembre, a pesar de la expresa oposición de Nicaragua, el Consejo dispuso constituirse en Organo Provisional de Consulta y nombrar una comisión investigadora. Para formar ésta, el Presidente del Consejo, que era el representante argentino don Enrique V. Corominas, designó a los Embajadores del Brasil don José María Bello, de Colombia don Silvio Villegas, de los Estados Unidos de América Paul C. Daniels y de México don Luis Quintanilla. Este último fue elegido como Presidente de la Comisión.

La comisión Quintanilla visitó Costa Rica del 17al 20 de diciembre y realizó una serie de entrevistas en San José y en Liberia, mientras continuaban los enfrentamientos entre las fuerzas del Gobierno y los calderonistas. El día 20, cuando la Comisión se trasladó a Nicaragua, fueron asesinados por los calderonistas todos los integrantes de una brigada de la Cruz Roja en Murciélago. Del 20 al 22 de diciembre la Comisión investigadora permaneció en Managua, donde efectuó otra serie de entrevistas.

El 24 de diciembre, la Comisión Quintanilla rindió un informe al plenario del Organo Provisional de Consulta y le sometió un proyecto de resolución, que fue aprobado.

La resolución del 24 de diciembre pidió a los Gobiernos de Costa Rica Y Nicaragua abstenerse inmediatamente de todo acto hostil y observar los principios de no intervención y solidaridad contenidos en diversos convenios interamericanos. El texto expresa que el Gobierno de Nicaragua pudo y debió haber tomado oportunamente las medidas necesarias para impedir que en su territorio se desarrollasen actividades contra el Gobierno de Costa Rica y para evitar la salida de los elementos revolucionarios que cruzaron la frontera y se hallaban en armas. También indicaba que el Gobierno de Costa Rica podía y debía tomar medidas para que no existiesen en su territorio grupos militarmente organizados con el propósito de conspirar contra la seguridad d Nicaragua y otros países del hemisferio y de prepararse a luchar contra sus gobiernos.

El mismo día, el Organo Provisional de Consulta aprobó otra resolución para designar una Comisión Interamericana de expertos militares, que debía viajar a Costa Rica y a Nicaragua para contribuir al cumplimiento de la resolución principal.

El 25 de diciembre, cuando las tropas gubernamentales costarricenses ya habían recuperado la población de la Cruz, una partida calderonista atacó a una pequeña fuerza emplazada en la vecina localidad de Puerto Soley. En el ataque perecieron cuatro integrantes de esa fuerza y los restantes fueron llevados como prisioneros a Nicaragua, cuyas autoridades los remitieron inmediatamente a San José.

El 26 de diciembre, el Canciller a.i. de Nicaragua don Oscar Sevilla Sacasa dirigió una comunicación al Presidente del Consejo, en la que expresaba el apoyo de su Gobierno a las resoluciones del Organo Provisional de Consulta y daba garantías de que se ceñiría a los principios y normas de no intervención y solidaridad. El 28 de diciembre, el Embajador costarricense Esquivel leyó en el Consejo Permanente una declaración del Gobierno de Costa Rica, en el que expresa su inconformidad con algunos aspectos de la resolución del 24. Sin embargo, ya para entonces la intentona calderonista había fracaso por completo. En criterio de don Alberto Lleras Camargo, Secretario General de la O.E.A.,

«La intervención del Organo Provisional de Consulta, rápida y eficaz, animada del más sincero propósito de colaboración, el admirable espíritu demostrado por las dos partes durante la emergencia y simpatía del Consejo, dieron como resultado que la situación conflictiva desapareciera totalmente«.

En enero de 1949, la Legación de Nicaragua en San José presentó varias notas a la Cancillería costarricense en las que denunciaba persecuciones, matanzas y discriminación de las autoridades de Costa Rica contra nicaragüenses residentes en el país. A pesar de que las denuncias no indican los nombres de los hechos, las autoridades costarricenses procedieron a efectuar una investigación. Las denuncias de la misión diplomática nicaragüense no llegaron a comprobarse, pero el Ministerio de Gobernación y Policía Advirtió a sus funcionarios que debían abstenerse de cualquier trato discriminatorio.

El 25 de enero de 1949, el Organo Provisional de Consulta dispuso nombrar una comisión especial para redactar un proyecto de pacto de amistad entre Costa Rica y Nicaragua.

En enero de 1949, la Comisión Interamericana de expertos militares visitó Costa Rica y Nicaragua y tomó providencias dirigidas a evitar roces armados y a obtener el cierre de la frontera común. El 17 de febrero de 1949, el Organo Provisional de Consulta tomó conocimiento del Informe de la Comisión, en el que se manifestaba que tanto Costa Rica como Nicaragua habían cumplido con sus disposiciones y con lo dispuesto en la resolución del 24 de diciembre de 1948.

El 21 de febrero de 1949, el Embajador de Costa Rica en los Estados Unidos de América don Mario A. Esquivel Arguedas y su colega de Nicaragua don Guillermo Sevilla Sacasa suscribieron en Washington el Pacto de amistad redactado por la comisión especial, mediante el cual ambos países se comprometían a resolver pacíficamente sus diferencias y dar plena vigencia para ese efecto al Tratado Interamericano de Soluciones Pacíficas o Pacto de Bogotá de 1948, aún antes de que ese instrumento entrase en vigor en el ámbito interamericano. El mismo día, el Organo Provisional del Consulta dio por concluidas su tareas.

El Pacto Esquivel–Sevilla fue aprobado por la Junta Fundadora de la Segunda República el 8 de marzo de 1949. El 21 de marzo de 1949, el Presidente de la Junta ratificó el Pacto, que entró en vigencia el 20 de julio de ese año, al ser depositado en la sede de la O.E.A. el instrumento de ratificación de Nicaragua.

Las relaciones con los demás países latinoamericanos

1. – Con la República de Argentina:

El 16 de agosto de 1948 el Gobierno de Costa Rica acreditó un agente confidencial a la República Argentina, con el propósito de promover el intercambio comercial con ese país

El Gobierno argentino dispuso elevar al rango de Embajada su Legación en Costa Rica y en setiembre de 1948 acreditó como primer Embajador a don Albino Pugnalín. El 11 de enero de 1949 la Junta Fundadora dispuso que se crease una Embajada en Buenos Aires y que fuese concurrente en Montevideo y Santiago de Chile. Como primer Embajador se designó en agosto de 1949 al Canciller Odio.

2. – Con Chile:

El 11 de enero de 1949, al disponer el establecimiento de una Embajada en la República Argentina, la Junta Fundadora acordó que fuese concurrente en Chile.

3. – Con Colombia.

En julio de 1949 el Gobierno de Costa Rica dispuso el establecimiento de una Embajada en Colombia, donde no había habido representación diplomática permanente desde 1932. sin embargo, la Junta Fundadora no nombró Embajador en Bogotá.

4. – Con Cuba.

En setiembre de 1948 visitó Costa Rica el Doctor don Carlos Prío Socarrás, Presidente electo de Cuba. Durante su estadía en Costa Rica, el Doctor Prío Socarrás se entrevistó con el Presidente Figueres y participó en actividades protocolares. El Gobierno de Costa Rica le solicitó el suministro de material bélico, a lo cual accedió el visitante.

Para representarlo en la toma de posesión del Presidente Prío Socarrás, el 10 de octubre de 1948, el Gobierno de Costa Rica nombró una misión especial encabezada por el Canciller Odio. Al mes siguiente, el Gobierno cubano envió a Costa Rica dos aviones con armamento.

El Cardonazo

Durante el año y medio que gobernó la Junta de Gobierno, tuvo que hacer frente a diversas dificultades como se ha visto. Una de ellas es el llamado Cardonazo, consistente en una cuartelada llevada a cabo por el propio Ministro de Seguridad Pública Edgar Cardona.

El 2 de abril de 1949, Cardona se apoderó del cuartel de Artillería mientras Fernando Figuls tomó el Bella Vista con un grupo de efectivos de la Inspección de Hacienda. Se han dado diversas causas con relación a este levantamiento. Por ejemplo se ha dicho que un motivo fue la negativa de la Junta de Gobierno de nombrar a don Max Cortés como Director de Policía, ya que esto implicaba el dominio de los cuarteles por parte de los señores Cortés. Pero a su vez, Cardona pidió a la Junta de Gobierno la nulidad de dos de sus decretos leyes: la nacionalización bancaria y el impuesto del 10 por ciento sobre el capital. Además, exigía algunos cambios en la composición de la Junta pues pedía la destitución de los ministros de Economía y Comercio y de Trabajo, señores Alberto Martén y el Padre. Benjamín Núñez Vargas.

Por otra parte, también se ha dicho que el movimiento del Ministro de Seguridad Pública, se debió al deseo de Cardona de obligar a la Junta de Gobierno a cumplir el Pacto del Caribe, sin embargo, dadas las características que tuvo el movimiento armado de Figueres y la participación en él de los costarricenses, no creemos que ésta sea una de las causas verdaderas.

Aquella aventura no durò mucho tiempo, y la cuartelada fue reprimida pocas horas después de haber estallado. Dentro del Cuartel de Artillería muy pronto las fuerzas se dividieron en dos grupos, triunfando estos últimos, que facilitaron la entrada de Figueres en este cuartel en los primeras horas del día tres de abril. Inmediatamente Figueres pidió la rendición del Bella Vista, negándose los hombres que ahí se encontraban aquellas petición. Fue necesario entonces que fuerzan del gobierno y hasta de algunos voluntarios, rodearan el cuartel y ante aquella situación, los hombres en èl refugiados se rindieron al medio día del 3 de abril. Con esto termino el intento de Edgar Cardona, que nuestro pueblo, siempre picaresco, llamo El Cardonazo.

Segunda Contrarrevolución

A principios de abril de 1954, un pequeño grupo de emigrantes políticos nicaragüenses residentes en Costa Rica regresó clandestinamente a su país, con el propósito de iniciar un movimiento armado contra el despótico régimen del Presidente Anastasio Somoza García. Los emigrados, a quienes encabezaban don Pablo Leal, planearon asesinar a Somoza, pero sus intentos fracasaron y casi todos perecieron a manos de la Guardia Nacional de Nicaragua.

Dado que el Gobierno de Nicaragua consideraba que la acción de los emigrados había contado con la complicidad del Gobierno de Costa Rica, éste pidió al Consejo de la O.E.A., en el mismo mes de abril de 1954, que se tomasen las providencias pertinentes para la inmediata convocatoria de la Comisión de investigación y conciliación que debía conocer de diferentes semejantes, según lo dispuesto en el Pacto Esquivel-Sevilla de 1949. Sin embargo, el Consejo consideró más conveniente que se continuasen esfuerzos por resolver el conflicto por medio de la negociación directa entre Costa Rica y Nicaragua, posición que fue aceptada por nuestro país. No obstante, en mayo de 1954 el Gobierno de Nicaragua presentó una protesta en la que se acusaba a altos funcionarios costarricenses de haber prestado ayuda a los revolucionarios y se pedía su destitución. Según la nota de protesta de Nicaragua, las pruebas de que disponía incluso inculpaban al Presidente Figueres. El Gobierno de Costa Rica rechazó enérgicamente los cargos, a pesar de que los emigrados, efectivamente, habían contado con la colaboración de autoridades costarricenses para reunir en nuestro país una importante cantidad de armas.

En julio de 1954, varios costarricenses adversarios de la administración Figueres, encabezados por el Coronel don Claudio Mora Molina, asaltaron una sucursal del Banco Nacional de Costa Rica en la población de San Miguel de Sarapiquí y, después de algunos enfrentamientos con patrullas costarricenses, huyeron a Nicaragua. La cancillería de Costa Rica pidió al Gobierno de Nicaragua que desarmase e internase al grupo del Coronel Mora Molina, pero las autoridades de Managua rechazaron la nota y expresaron que a su juicio el hilo de la buena fe entre ambos países se había roto, dado que Costa Rica no había dado satisfacciones por los hechos de abril de ese año. El 29 de julio, el Canciller nicaragüense don Oscar Sevilla Sacasa expresó públicamente que:

«Si el Presidente Figueres quiere guerra, la tendrá. La paciencia de nuestro gobierno no puede ser ilimitada».

A lo largo del segundo semestre de 1954 creció considerablemente la tensión entre Costa Rica y Nicaragua. El Gobierno costarricense profesaba una no disimulada antipatía hacia el régimen somocista y la actitud de éste hacia aquel era francamente hostil. Según manifestó en enero de 1955 el Doctor don Antonio Facio Ulloa, Embajador de Costa Rica en Washington: «La cadena de actos que puede calificarse de agresivos, incluye el cierre del río San Juan a la navegación para embarcaciones costarricenses; campañas de difamación por la prensa, circulación de noticias y declaraciones oficiales tendenciosas prediciendo luchas internas en Costa Rica; desfiles y maniobras militares en que altos funcionarios del Gobierno de Nicaragua llaman a la Guardia Nacional de su país a defender el territorio nacional contra una supuesta agresión costarricense; concentración de tropas motorizadas en la frontera común con Costa Rica; la reciente adquisición de una flota aérea armada, de proporciones exageradas e inusitadas para la América Central; y más grave aún, las facilidades que en Nicaragua se les extiende a los enemigos internos y externos de Costa Rica para organizarse militarmente y conjurar contra la estabilidad de las instituciones democráticas costarricenses y la seguridad y la paz de la Nación.»

A fines de 1954, el Canciller Esquivel efectuó visitas a El Salvador, Guatemala y Honduras para explicar la posición de Costa Rica en sus dificultades con Nicaragua.

La intentona calderonista de 1955

Desde fines de 1954 un grupo de costarricenses, partidarios de restablecer al Doctor Calderón Guardia, entonces en México, inició en Nicaragua la preparación de un movimiento para derrocar a la administración Figueres, con la complicidad del régimen somocista. Esperaban también contar con el apoyo del dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez y del hombre fuerte de la República Dominicana Rafael Leonidas Trujillo, adversarios acérrimos de Figueres. Somoza incluso había pensado en aprovechar la coyuntura para resucitar las reivindicaciones de Nicaragua sobre el territorio del partido de Nicoya, pero ante el repudio de los emigrados por tal idea desistió y al parecer se contentó con que la jefatura militar del movimiento correspondiera al Mayor Teodoro Picado Lara, hijo del ex Presidente don Teodoro Picado.

El 8 de enero, el Representante de Costa Rica en la O.E.A. don Antonio Facio Ulloa solicitó que se reuniese el Consejo de la Organización en sesión extraordinaria y se convocase a una Reunión de Consulta de Cancilleres, en aplicación del Tratado Interamericano del Asistencia Recíproca. El Consejo se reunió el 10 y resolvió instar a los Gobiernos de Costa Rica y Nicaragua para que tomasen las medidas pertinentes para evitar que se agravase la controversia y considerar nuevamente el asunto el día 12 de enero.

En la noche del 11, un grupo de calderonistas salió de San José y al amanecer del día siguiente se apoderó de Villa Quesada; sin embargo, un destacamento de la Guardia Civil, dirigido por el Coronel Frank Marshall la recuperó rápidamente. El Gobierno de Costa Rica declaró non grato al Doctor Alfonso Ortega Urbina, Embajador de Nicaragua, a quien acusó de intromisión en la política interna del país, y le dio 24 horas para abandonar el territorio nacional.

El mismo 11 se reunió nuevamente el Consejo de la O.E.A., a solicitud de la misión costarricense, y acordó constituirse en Organo Provisional de Consulta y pedir a los Gobiernos de Costa Rica y Nicaragua que se abstuviesen inmediatamente de efectuar cualquier acto susceptible de agravar la situación. Se nombró además una comisión precedida por el Embajador de México don Luis Quintanilla, para que viajase a Costa Rica y Nicaragua e investigase.

El 12, fuerzas calderonistas al mando del Mayor Picado Lara, entre cuyos acompañantes figuraban el Coronel Mora Molina y don Francisco Calderón Guardia, cruzaron la frontera entre Nicaragua y Costa Rica, se apoderaron de La Cruz y establecieron su cuartel general en la hacienda El Amo. Ese mismo día, el Organo Provisional de Consulta de la O.E.A. pidió a los Gobiernos que estuviesen en capacidad de hacerlo que pusiesen aviones a disposición de la Comisión Quintanilla, para realizar vuelos pacíficos de observación. Varios Estados ofrecieron suministrar naves. Entre ellos Costa Rica, los Estados Unidos y Nicaragua.

El 13 llegaron a San José los miembros de la comisión investigadora, que fueron recibidos por Figueres y su gabinete y sostuvieron varias entrevistas con altos funcionarios costarricenses. El mismo día, un avión de los rebeldes ametralló la capital. Debido a los informes que envió el Embajador Quintanilla sobre la gravedad de la situación, el 14 de enero el Organo Provisional de Consulta aprobó una resolución en la que expresamente condenaba los actos de intervención de que era víctima Costa Rica y hacía un llamado formal a todos los Gobiernos americanos, especialmente al de Nicaragua, para reforzar las medidas que hubiesen adoptado.

A partir del 14, la Comisión Quintanilla efectuó varios vuelos de observación sobre Guanacaste y comprobó la actividad de las fuerzas revolucionarias. El 15, un avión de los calderonistas ametralló la Ciudad de Liberia. Ese mismo día, fuerzas del Gobierno costarricense, dirigidas por don Mario Charpentier, sostuvieron en la hacienda Santa Rosa un combate con los calderonistas, que recibieron apoyo de dos aviones artillados.

El 16, el Organo Provisional de Consulta solicitó a los Estados miembros de la O.E.A. que diesen rápido curso a los pedidos de compra de aviones formulado por Costa Rica y solicitó a la Comisión Quintanilla que con carácter de urgencia pusiese en ejecución un plan de vigilancia de la frontera. El Gobierno de los Estados Unidos, anunció su disposición de vender a Costa Rica, a un precio simbólico, cuatro aviones de combate, que le fueron enviados enseguida. El mismo 16 de enero, el ex Presidente Calderón Guardia y varios de sus allegados, que habían llegado a Managua desde Guatemala, se trasladaron a la zona ocupada por los rebeldes, con una escolta de la Guardia Nacional de Nicaragua.

El 17 de enero, la Comisión Quintanilla se trasladó a Managua, donde celebró reuniones con el Presidente Somoza, el Canciller Sevilla Sacasa y otros altos funcionarios nicaragüenses. Los miembros de la Comisión regresaron le 19 de enero a San José, donde reanudaron sus actividades de investigación. Ese mismo día, el Gobierno de Nicaragua protestó ante el de Costa Rica porque dos aviones costarricenses habían violado su espacio aéreo, y pidió que se convocase a una sesión extraordinaria del Consejo de la O.E.A.. El 20 de enero, el Consejo, actuando como Organo Provisional de Consulta, pidió a la Comisión Quintanilla que investigase los hechos denunciados y le informase del desarrollo de un plan formulado por ella para la vigilancia efectiva de la frontera entre Costa Rica y Nicaragua, que se puso en ejecución el mismo día 20.

Entre el 19 y el 20 de enero, fuerzas del Gobierno costarricense dirigidas pro el Coronel Marshall ocuparon la hacienda El Amo y la población de La Cruz, pero ya el Doctor Calderón Guardia, el Mayor Picado Lara y el grueso de sus fuerzas habían regresado a Nicaragua.

El 24 de enero la Comisión Quintanilla efectuó una corta visita a Nicaragua, donde se reunió nuevamente con el Presidente Somoza, y después regresó a Costa Rica. El 27 de enero, la Comisión salió de San José con rumbo a Washington. El Presidente Figueres y todos los miembros de su Gabinete, acompañaron a los miembros de la Comisión al aeropuerto, donde se habían congregado varios miles de personas para despedirlos. En los días siguientes hubo algunos enfrentamientos armados entre algunos pequeños grupos de rebeldes y fuerzas del Gobierno. El 3 de febrero, un grupo de calderonistas tomó por sorpresa la población de Los Chiles, pero ésta fue rápidamente recuperada por la Guardia Civil costarricense. El 8 de febrero, desde Managua, el Doctor Calderón Guardia pidió a sus partidarios que cesasen las incursiones armadas.

El 18 de febrero, la Comisión rindió al Organo Provisional de Consulta su informe final, que incluía una serie de recomendaciones. El 24 de febrero, el Organo Provisional de Consulta dio por terminado el caso, después de hacer un llamamiento a Costa Rica y Nicaragua para que, entre otras cosas, nombrasen la comisión de investigación y conciliación que debían integrar de conformidad con el pacto de Bogotá y suscribiesen el acuerdo bilateral previsto en el Pacto Esquivel-Sevilla de 1949 para evitar el desarrollo de movimientos revolucionarios desde sus respectivos territorios.

De conformidad con las recomendaciones del Organo Provisional de Consulta, Costa Rica y Nicaragua iniciaron negociaciones para resolver sus diferencias. El 9 de enero de 1956, el Embajador de Costa Rica en los Estados Unidos don Fernando Fournier Acuña y su colega de Nicaragua don Guillermo Sevilla Sacasa, suscribieron en Washington un acuerdo sobre el funcionamiento de una Comisión de Investigación y Conciliación, constituida por el 24 de febrero por Organo Provisional de Consulta, de conformidad con el Tratado Interamericana de Soluciones Pacíficas. Como Presidente de esta Comisión, el que figuraban los Cancilleres don Mario A. Esquivel y Oscar Sevilla Sacasa, se nombró al Embajador de los Estados Unidos en la O.E.A., John C. Dreier, los otros miembros de la Comisión fueron los señores Alberto Domínguez Cámpora y Mario de Pimental Brandao.

El mismo 9 de enero, los Embajadores Fournier y Sevilla suscribieron en Washington, también por recomendación del Organo Provisional de Consulta, un acuerdo adicional al Pacto Esquivel-Sevilla de 1949, relativo a la vigilancia en la frontera, la presencia de emigrados políticos de un país en el territorio del otro y el cumplimiento de las Convenciones de Montevideo de 1933 sobre Deberes y Derechos de los Estados en caso de luchas civiles y de Caracas de 1954 sobre Asilo Territorial. Costa Rica ratificó el acuerdo adicional Fournier-Sevilla en julio de 1957, pero Nicaragua se abstuvo de hacerlo.

Encuentro de los Cancilleres

El 7 de mayo de 1955 el Canciller Esquivel y su colega de Nicaragua don Oscar Sevilla Sacasa se reunieron en Peña Blancas para presidir el acto de apertura de la Carretera Interamericana, junto con los Ministros de Obras Públicas de los países centroamericanos

Nuevos incidentes bilaterales

En junio de 1955 surgieron nuevas dificultades con Nicaragua, cuando varios viajeros costarricenses fueron detenidos y molestados en ese país, e incluso algunos de ellos encarcelados. El Gobierno de Costa Rica procuró que las autoridades nicaragüenses modificasen sus procederes, y al no conseguirlo, presentó una protesta. Poco después, un costarricense que viajaba de Tegucigalpa a San José fue obligado a salir del avión en Managua y encarcelado allí por varios días, sin auto judicial en su contra. Gracias a las gestiones del Gobierno de Costa Rica, el de Nicaragua finalmente cambió de actitud. También se logró, mediante la intervención del Secretario General de la ODECA, la libertad de varios costarricenses que estaban detenidos en Nicaragua. Posteriormente, ante nuevas dificultades, el Secretario General de la ODECA don José Guillermo Trabanino interpuso su mediación y logró que se disipasen las dificultades entre Costa Rica y Nicaragua.

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